Desnudando a Alejandro Casanova

viernes, 28 de junio de 2013 § 0

Tendemos a protegernos. Ropa, palabras, paredes, música: señales de progreso, supuesta evolución. Pero el humano sigue siendo como el principio, un hombre frágil frente a la naturaleza y frente a lo que él mismo crea para protegerse e imponerse a ella. Alejandro Casanova nos adentra en esa forma primigenia del hombre, su estado más puro y frágil.
A través de escenas cotidianas nos muestra el detalle, haciendo mayúsculo lo minúsculo. Sus cuadros son recortes de una escena privada, pero no nos ofrece una panorámica general, sino que se centra en una parte: unos pies desnudos, la anónima mano de alguien que acaricia a un perro, o el pecho desvestido de una mujer. Poco a poco, con verdes, rosas, rojos y blancos, va pintando cuerpos, paredes y alfombras. Y en ese ojo que parece espiar lo íntimo de una persona, repasa una casa alejada del ajetreo del mundo, nos la muestra libre, pura, indefensa, tranquila, enseñando la parte más humana de la persona. Muestra lo simple dentro del artificio en el que vive, exponiendo el sentido de libertad a su punto álgido y más auténtico. Pero no debemos confundir la exposición de la desnudez con nada perverso o sexual, es una exposición limpia y serena del cuerpo. Por eso no vemos apetito sexual en los pechos, perversión en las piernas o dureza en las miradas, lo que hay es descanso, realización, reflexión íntima, privada. El pintor nos pinta el detalle como admirador de la belleza no canónica, no preparada, no superficial, libre de estereotipos, poses y simetrías.
Parece intercambiar los papeles, dotando a los materiales de una fuerza y dureza que contrasta con la desprotección del cuerpo desnudo que pinta. Pero en ambos planos, si te acercas, vemos dónde pone Alejandro Casanova su fuerza, su fuego creador, y es a través de su paleta, de su óleo trabajado y con volumen, dónde se percibe su trazo pastoso acumulado en el lienzo, creando un volumen que nos acerca a la fuerza del movimiento de la piel desnuda, de unos pies y unas manos en estado de reposo, la energía salvaje del bello animal pintado o la dureza de una mirada recién sorprendida. Y todo ello se refuerza aún más gracias a los diferentes estampados realzados con rojos intensos que chocan con el trazo blanco gordo que da luz y movimiento a la piel desnuda.
Extrañamente simple y fuerte a la vez.
En definitiva, ver la obra de Alejandro Casanova es como ver piezas de un puzle íntimo de la mujer. Una porción en reposo y reflexión de la esencia del cuerpo. Intimidad intimista.

Ángel Tijerín Pérez - Librero. www.elsindromedetije.blogspot.com

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