TOSCA OBSESIÓN

miércoles, 28 de octubre de 2009 § 1

obcecado con Solana

Cuando entro a la librería hago caso omiso a todas las estanterías repletas de novedades que guardan en su cenit el cartelito que gentilmente te guía: economía, historia, arte, etc. Paso cabizbajo por el pasillo lateral evitando tentaciones impagables, económicamente hablando, y voy directo al estante que reza “OPORTUNIDADES”. Casualmente se encuentra repleto de libros de arte, arquitectura, biografías, tebeos, etc. Es el momento de ponerse a rebuscar entre las pilas amarillentas y encontrar las gangas de 1 o 2 euros. El criterio de la búsqueda se reduce a: cuanto mas gordo mejor.

En una de esas incursiones hace algunos años, encontré un libro de un tal José Gutiérrez Solana. En su etiqueta, que aún conservo, la mísera cifra de 3 euros. Un libro grueso de papel satinado y repleto de ilustraciones, lo que denominaríamos la compra perfecta. Tras una ojeada al pintor que protagonizaba el volumen, el libro se cerró y pasó a engrosar la larga lista de obras oteadas de las estanterías metalizadas del estudio, para pasar con posterioridad a decorar las numerosas baldas del piso.


José Gutiérrez Solana. Las chicas de la Claudia. Óleo sobre lienzo. 211 x 162 cm.

Hace unas semanas, mientras mi compañera hacia punto y veía un soporoso programa concurso, cogí ese mismo libro. Ojeé las ilustraciones amarillentas, volví a mirarlas. Me fui con él al baño, evidentemente no leí ni una de las palabras que su autora, digo yo, escribió con mimo. Y allí se quedó en la alacena del baño, siendo escrupulosamente observado cada vez que los movimientos peristálticos hacían presencia. Día tras día me fui enamorando del dibujo tosco, de la línea negra, de la sensualidad de las prostitutas, de la carnosidad de las tetas, de los ojos estrábicos y de la materia dura.

Cada amigo que venía a casa era galardonado con un pase del libro. De un modo entusiasta les mostraba las tenebrosas escenas y los sensuales muslos de las mujeres de Solana. Lamentablemente todos hacían caso omiso de mi obsesión, y se despachaban con un “no esta mal” o con la indiferencia.

Harto de esta ofuscación estúpida y desmesurada hacia las imágenes del libro decidí tomar cartas en el asunto. Agarré a mi pareja la despojé de toda ropa y la coloqué frente a la ventana. La luz iluminaba toda su piel teutona, en el grado justo para poder distinguir los tonos de la piel y las estructuras de su pecho. Hice las fotografías, cogí el ejemplar y salí corriendo a la copistería, 150 cents. casi como el propio libro. Tomé un café con Arístides, el placer de una charreta y un cortado antes de la batalla, y me dirigí al estudio dispuesto ha realizar un tosco retrato de Doreen…

Tosco retrato de Doreen. Óleo sobre lienzo. 61 x 46 cm.

Terminado y satisfecho, descansado y tranquilo como el que se folla a su amor adolescente, cierro el libro y vuelve a la estantería de la que nunca debería haber salido.

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§ 1 Response to “TOSCA OBSESIÓN”

  • El cuadro guapo guapo, sincero y con un par de huevos. Desquitando esa obsesión como mejor hay que hacer. Con la pintura.
    Y el texto...escribes de perlas macho!!! Un abrazo :)